Francia decidirá el próximo 7 de mayo entre el centrista Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen. Esas son las dos opciones que mayor respaldo obtuvieron en la primera vuelta de las elecciones del país, con ajustados resultados.
Pero quizás, en este caso, el estrepitoso fracaso de sus rivales sea la auténtica noticia. No hace tanto, republicanos y socialistas se disputaban cara a cara el Elíseo. Tan solo había que escoger un bando. Pero ayer quedó bien claro que los franceses están cansados de dualidades. El socialismo francés (que gobierna el país), se pegó un batacazo histórico. Después de la renuncia en diciembre de Hollande a renovar candidatura, y la derrota en las primarias del partido de Manuel Valls, Benoit Hamon tenía la difícil papeleta de dar la cara por los suyos, y tan solo ha conseguido poco más del 6% de los votos. Un auténtico fiasco. François Fillon, por su parte, ha pagado caro que su nombre haya sido relacionado con la corrupción, algo que ha podido ser determinante para que el republicano no esté en la fiesta final, quedando relegado a la tercera posición con el 19% de los votos.
Pero no todas las derrotas, ciertamente lo son. Para Jean-Luc Melenchon han significado un poso de esperanza. El aspirante de la izquierda antiliberal ha obtenido un 19% de los votos, convirtiéndose en el ganador moral de los comicios. Nadie apostaba por él hace unas semanas, pero aunque ha quedado apeado de la carrera, es cierto que le ha disputado frente a frente la tercera posición a Fillon, y eso que el voto progresista estaba dividido entre tres candidatos distintos, y parte del sufragio obrero emigró hacia los cantos de sirena del Frente Nacional. Toda una proeza que aúpa a este ex-ministro socialista hacia el punto de mira de la política nacional, y a ser un personaje a tener en cuenta en la voz del país. Las clases modestas y los jóvenes han sido su motor, quienes han visto en su discurso de «renovación de la clase política» una esperanza de cambiar las cosas.
Y lo cierto es que han cambiado. Es la primera vez desde que se instauró la V República (1958) que socialistas y conservadores se quedan fuera a la vez de la segunda vuelta. Los primeros no tenían un resultado tan negativo desde 1969, y los segundos no tendrán un candidato en la decisión final por primera vez desde la II Guerra Mundial. El Elíseo lo pueden ocupar dos personas que meses atrás nadie pronosticaba entre las quinielas ganadoras, pero que con el paso del tiempo se han ido afianzando en el imaginario colectivo. Y al final no han habido sorpresas. Francia decidirá entre dos modelos europeos totalmente distintos: uno europeísta, y otro que pretende alzar fronteras y salir del euro.
La ultraderechista Marine Le Pen nunca lo ha tenido tan cerca. Y lo sabe. Tras conocer los resultados, su sonrisa de oreja a oreja y su discurso apelando al «voto del pueblo» la colocan en una situación que ha estado peleando durante muchos años. En 2012 no consiguió superar el corte, y ayer Le Pen celebró el pase en su feudo, en Hénin-Beaumont, donde se reivindicó como «la candidata del pueblo». Su proyecto eurófobo, nacionalista y anti inmigración hace que todos estén en su contra. Marine sola contra todos.
Lo de Macron, en cambio, tiene gracia. Hollande ha sido criticado duramente sobre todo por su política económica, y el que fuera su ministro de Finanzas lo tiene todo para hacer las maletas rumbo al Elíseo. Emmanuel Macron fundó En marche! hace apenas un año, cuando ni siquiera se planteaba presentarse a las elecciones. Hoy es el más firme candidato a ser presidente de la República francesa.
(Casi) todos contra Le Pen
Finiquitada la primera vuelta, llega el momento de la verdad. Los representantes políticos franceses (excepto Melenchon, quien adujo que debía preguntar primero a las bases) se afanaron en mostrar sus respetos a Macron y pedir el voto para él. Sacrificarse en pos de evitar la victoria de la ultraderecha francesa.
El primero en pronunciarse fue el socialista Hamon, quien tras reconocer la estrepitosa derrota, quiso diferenciar «entre un adversario y una enemiga de la República». También pidió el voto para Macron el republicano Fillon, a quien hasta hace apenas tres meses se le veía como el próximo presidente, pero que finalmente ha sido sepultado políticamente por los escándalos de corrupción por los que está imputado. Entre los de su partido, se dirimía la decisión de si pedir solo el NO a Le Pen, pero Fillon explicó que la abstención no está en sus genes: «Sobre todo cuando se acerca al poder un partido extremista que no puede aportar más que desdicha y división a Francia».
Es por eso que Macron, de 39 años, lo tiene todo para ganar el próximo 7 de mayo. Tener el respaldo de izquierda y derecha es poca broma. Un apoyo al que se suma la Unión Europea y los partidos políticos españoles excepto Podemos, que no obstante ha dejado claro que no se puede permitir que la xenófoba Le Pen llegue a ser presidenta francesa.
No obstante, pese a que en su propia nación está sola, la líder del Frente Nacional sí que cuenta con apoyos fuera de sus fronteras. Es el caso del ultraderechista Geert Wilders, quien estuvo a punto de convertirse en primer ministro holandés, y que ayer la felicitó a través de twitter por su pase a segunda vuelta. Le Pen ha empezado a jugar sus cartas, y una de sus mayores bazas es el terrorismo que ha asolado el país en los últimos años: “Estoy sobre el terreno para conocer al pueblo francés y llamar su atención sobre temas importantes, incluyendo el terrorismo islamista, algo en lo que Macron está, por lo menos, flojo”. Pero seguramente esto no sea suficiente, ya que las primeras encuestas auguran que Macron, quien nunca antes ha tenido cargos electivos, será presidente con el 61% de los votos.
Y entre todo este océano político, la que para mí es la imagen de las elecciones. El presidente Hollande contemplando su propia debacle a través de una televisión.
La elección no será ambigua. Se enfrentan dos polos opuestos. El próximo presidente será un banquero sin apenas experiencia, con un mensaje europeísta y liberal, o la heredera de la ultraderecha, partidaria de frenar la inmigración y de salir de la Unión Europea.
El próximo 7 de mayo, aux armes, citoyens.